«Durante la segunda guerra mundial mi padre formaba parte de la Resistencia. Detenido en 1942, fue deportado a Alemania. Padeció en diferentes campos de concentración durante tres años. El hambre y los malos tratos reinaban entonces en aquellos lugares. Un día, se encontró con un prisionero que se moría de hambre. Como papá tenía un trozo de pan se lo ofreció, pero el prisionero con una mirada perdida no hizo el menor intento de tomar aquel pan que quizás lo hubiera salvarlo. Mi padre insistió, pero fue en vano porque el hombre carecía de energía para reaccionar. Murió de hambre poco después. Para él era demasiado tarde; había atravesado el límite del instinto de supervivencia.
¡Qué importante es nuestra elección! Medité varias veces sobre aquel acontecimiento y percibí que semejante situación, en otros campos, no es inhabitual hoy en día. Pero permanezcamos en Medjugorje con los llamados a la Vida y a la supervivencia que nos envía la Madre de Dios a través de sus venidas. ¿Acaso no nos ofrece desde hace 40 años la comunión fraterna y la prosperidad en la Tierra para que caminemos en la paz de Dios? En sus mensajes de febrero y de marzo nos vuelve a invitar a retornar a Dios y a vivir sus Mandamientos, lo que es VITAL para nosotros … ¿Nos detenemos para leer y releer esta invitación a la supervivencia y apropiarnos de todo lo que ella contiene? Se trata de elegir, como ante un cruce de caminos, y no equivocar el rumbo: vivir con Dios o sin Dios. ¿Hemos comprendido que está en juego nuestra vida, tanto en la Tierra como en la Eternidad?
Concretamente: ¿Oramos con regularidad? ¿Frecuentamos los sacramentos “con el corazón”? ¿Solemos realizar actos de caridad? ¿Perdonamos a quien nos ofende? ¿Ofrecemos pequeños sacrificios para la salvación de las almas o simplemente “para complaceer al Buen Dios”, como decía santa Teresita? Finalmente y sobre todo, ¿tenemos una inmensa confianza en la Misericordia inconmensurable del Señor?
Si podemos tildar con un SÍ cada item, vamos por el buen camino, ¡sólo necesitamos perseverar en él!
¡No, no es demasiado tarde! Para nuestro tiempo, intermedio doloroso entre el pasado y el Nuevo Tiempo del Nuevo Pentecostés de Amor, Dios ha preparado una misericordia muy especial. Pero estamos tan debilitados por la costumbre de vivir sin Dios que podríamos hacer oídos sordos y perdernos la posibilidad de la felicidad que se nos ofrece.»