«Había un peregrino de permanencia prolongada en Medjugorje que había cimentado una hermosa amistad con los videntes. En aquella época era más fácil encontrarse con ellos. Este peregrino vivía los mensajes de María con todo su corazón, y la bendición de Dios reposaba sobre él. Esto no le impidió experimentar las pruebas inherentes a la vida cristiana normal. Un día, se le comunicó en la oración que su tiempo de peregrinación llegaba a su fin y que tendría que abandonar Medjugorje para regresar a su ciudad natal y reanudar su trabajo, etc. Esto representaba un gran cambio para él. Sin embargo, su convicción interior era clara e ineludible.Decidió ir a ver a Vicka para comunicarle su decisión. Ella no se lo esperaba y le dijo: «¡No! ¡No puedes irte! Quédate en Medjugorje, ¡eres parte de Medjugorje! Esta noche voy a hablar con la Virgen sobre esto. Ven a verme mañana y ya veremos…».

Al día siguiente, Vicka lo estaba esperando. La respuesta de María confirmaba lo que aquel peregrino había experimentado en su corazón: debía partir. Vicka le dijo humildemente: «Sí, al marcharte, estás haciendo la voluntad de Dios».Este hombre comenzó a organizar peregrinaciones en su país para grupos italianos, con el propósito de hacer conocer los mensajes de la Virgen a una sociedad tan alejada de Dios, y lo hizo por varios años. Esta actividad le tomaba mucho tiempo, tenía que ocuparse de mil y un detalles. Un día tuvo una duda: ¿debía continuar con estas peregrinaciones? Vicka no era consciente de esta duda, pero en el transcurso de una conversación de improviso le dijo: «¡Sabes, la Virgen está muy contenta de que traigas peregrinos!» Si ella está contenta, pensó él, ¡eso significa que debo continuar! María no le había dicho claramente que continuara, pero al expresarle su alegría, le estaba señalando un camino de bendición, al tiempo que lo dejaba completamente libre. Eso es lo que Ella hace en sus mensajes mensuales con cada uno de nosotros: nos invita de forma maternal, pero no nos dice lo que tenemos que hacer.Otro día, mientras este peregrino conducía su coche, comenzó a hablar en voz alta a la Virgen María, como si fuera su querida Madre. Y entre dos rosarios, le hizo 3 preguntas muy concretas sobre situaciones que estaba viviendo.Unos días más tarde, cuando hablaba con Vicka, ella le dijo con la mayor naturalidad del mundo: «En cuanto a las 3 preguntas que le hiciste a la Virgen, aquí tienes las respuestas…» y le dio las respuestas exactas a las 3 preguntas que él le había hecho, a pesar de que ella no sabía nada de la oración que él había realizado en el coche. (PS1). Estaba tan abrumado que ¡lloró durante tres días! ¡Qué amor! ¡Qué misericordia! Hay momentos en los que la presencia maternal de la Virgen y de su Hijo a nuestro lado es tan tangible que nuestros corazones sólo pueden derretirse…¡Y sin embargo! Este testimonio no es más que un pequeño y sencillo signo tangible de una realidad profunda que con demasiada frecuencia se nos escapa: ¡cada día, a cada hora, en cada momento y para cada uno de nosotros Dios está presente a nuestro lado! María no sólo oye todo lo que decimos, sino que capta las más leves vibraciones de nuestro corazón, incluso las más íntimas, y las percibe en su propio corazón.

Lo mismo ocurre con Jesús, que es más íntimo con nosotros que nosotros mismos. ¿Cómo podemos dudar de ello cuando imaginamos el inmenso amor que le costó morir en una cruz infame para abrirnos las puertas de la vida eterna? ¡Ojalá fuéramos conscientes de la dosis de amor que el Cielo nos ofrece gratuitamente a cada instante! Habría menos angustia, menos agresividad, menos confusión y menos lágrimas. ¡La soledad y la desesperación habrían sido vencidas!María nos dice: «Si sus corazones sintieran el amor inconmensurable que Dios les tiene, sus corazones lo adorarían y le darían gracias en cada momento de su vida». (a Jakov, 25.12.21)»

© Children of Medjugorje del mes de agosto de 2024

Sor Emmanuel

2 comentarios

Replica a JOSE LUIS RAMIREZ CRUZ Cancelar la respuesta