«En este mes de mayo dedicado a la Virgen María, permítanme compartirles una de las más bellas experiencias que conozco acerca del poder de nuestra Madre celestial.

Ya a los 24 años Adam Chmielowski era un pintor célebre. Guapo, joven, rico e intrépido, “lo tenía todo a su favor”, si empleamos la fórmula más engañosa del mundo. En aquel final del siglo XIX, la alta sociedad de Varsovia le sacaban sus pinturas de las manos y su éxito le prometía una brillante carrera. Católico por tradición familiar, Adam era recto y honesto, pero comenzó a inclinarse hacia ciertas prácticas de ocultismo. En Cracovia, en algunas veladas, se reunía en casa de amigos adinerados que lo invitaban a sesiones de espiritismo. En la sala de una de ellas había una mesa de madera muy pesada, reforzada con gruesas varillas metálicas; ideal para aquellas actividades en las que se invoca a los “espíritus” y éstos responden haciendo que la mesa dé prodigiosos saltos como si no pesara en absoluto. ¡Adam estaba fascinado por estas experiencias! 

Sin embargo, aquella noche en un rincón alejado de la sala, sumergida en la oscuridad, se encontraba la Señora Siemienska, esposa de quien dirigía la sesión de espiritismo. Fervorosa católica, estaba muy familiarizada con la Biblia y sabía cuánto las actividades de su marido disgustaban a Dios y ella sufría por ello. ¿Acaso no está claramente escrito que aquello es una abominación ante Adonai, el Dios Vivo?  (PS 1) La señora permanecía en su rincón orando. Sabía que Dios podía contrarrestar la llegada de los malos espíritus y detener los daños en esas almas extraviadas. Con el rosario en mano, desgranaba las decenas suplicando una intervención de la Virgen María.

¡Pero los espíritus se manifestaban con fuerza! La pesada mesa comenzó a girar y a desplazarse por la sala. A la Sra. Siemienska le hervía la sangre y ya no soportaba más lo que estaba presenciando. Con el rosario en la mano, se levantó de un salto, se dirigió hacia el grupo de espiritistas y, con un gesto de cólera y aire de conquistador, arrojó el rosario sobre la mesa. Con los ojos bien abiertos, mudo de estupor, Adam observaba la escena. Al contacto con el rosario, ¡la pesada mesa se detuvo bruscamente y se quebró en dos! Adam lo relató de esta forma: “Oímos entonces como un disparo de pistola. Impávidos, los espiritistas prendieron la luz y permanecieron atónitos. Silencio mortal…”

Adam acababa de vivir el shock de su vida. Con la mirada fija en el pequeño rosario que yacía cerca de la mesa sorpresivamente quebrada, cual piedrita de David junto al cuerpo inerte de Goliat, no necesitó más explicación. En aquel combate entre el bien y el mal, la Santísima Virgen había vencido a Satanás con un simple rosario. A partir de ese momento su vida cambió radicalmente y no quiso perder más tiempo. Repartió sus bienes, hizo caso omiso de sus éxitos, abandonó sus actividades dudosas y transformó su arte. Se dedicó entonces a pintar el rostro de Cristo y finalmente se puso al servicio de los pobres. Incluso fue a vivir en medio de ellos, en los sórdidos antros de los indigentes y de los ladrones de Varsovia, anunciándoles la Buena Nueva de Cristo y haciendo de ellos discípulos del Señor. Fundó la Orden de los Albertinos. Su ejemplo de caridad, sus milagros, su compasión hacia los pobres y su locura por imitar a Cristo fueron tan singulares que obtuvo otra forma de gloria: la divina y duradera. Su compatriota Juan Pablo II lo canonizó el 12 de noviembre de 1989.

Hermano Albert (1845-1916)

La Virgen lo ha dicho en Medjugorje: “Queridos hijos, un simple rosario puede hacer milagros en sus vidas y en el mundo” (25-01-91)

¿Y la Señora Siemienska? Sin lugar a dudas conoció en el Cielo el fruto de sus rosarios y de su sufrimiento ofrecido. Aquel día, en el rincón en penumbras de la sala de su hogar, ¿cómo podría haber adivinado que el ilustre amigo de su marido, aquel joven y brillante Adam, se dejaría vencer por sus sencillas Avemarías murmuradas en el secreto de su corazón, hasta convertirse en un santo? ¿Cómo podía esperar que vería desplegarse ante sus propios ojos el poder de la Virgen María ante las fuerzas del mal?

Ese mismo poder nos es ofrecido a todos por intercesión de la Virgen en estos tiempos difíciles cuando, como nunca antes, María nos tiende los brazos para acogernos en su abrazo maternal tan consolador, sanador y tranquilizador. ¿Un niño lastimado no corre acaso a refugiarse en el seno de su madre? ¿Por qué entonces nos comportamos como si fuéramos huérfanos?»

© Children of Medjugorje del mes de mayo de 2023

Sor Emmanuel

2 comentarios

  1. Virgen Santísima, Madre de Nuestro Señor Jesucristo y madre nuestra, por favor, ocúpate de mi hija, de su conversión y sanación espiritual. Bendita seas, gracias por escucharme.

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