«La Virgen María nos habla por segunda vez de Fátima. Ya en agosto de 1991, después de la Guerra del Golfo, nos había dicho: “…los invito, queridos hijos, a orar y a ayunar aún con mayor firmeza. Los invito a la renuncia durante nueve días para que, con la ayuda de ustedes, todo lo que quería que se realizara por medio de los secretos que comenzaron en Fátima pueda cumplirse. Los invito, queridos hijos, a comprender la importancia de mi venida y la seriedad de la situación…”

Y este mes nos reitera: “Oren conmigo para que se haga realidad lo que comencé en Fátima y aquí”. ¿Por qué esta insistencia?

Me parece que en Fátima, en plena guerra mundial, la Virgen quería indicarnos con claridad su plan maternal: hacer que reine la paz en el mundo y desarmar a Satanás el destructor. Ella nos ha dado medios infalibles para lograrlo: el rezo diario del Santo Rosario, la penitencia, la consagración a su Corazón Inmaculado y la devoción a los 5 primeros sábados del mes en forma consecutiva.

Bajo diversas formas, estos puntos se reiteran en los mensajes de Medjugorje, pero en lugar de 6 apariciones como fue el caso de Fátima (más aquella a Lucía en Pontevedra en diciembre de 1925) ¡hace ya más de 42 años que la Virgen se aparece diariamente en Medjugorje! En efecto, ¡Medjugorje es a la vez una escuela y un hospital! Cuando un niño está en estado de coma, su mamá vela diariamente a su lado hasta que se recupere ¡aunque tenga que estar junto a él durante años! Nuestro mundo se encuentra en gran parte sumido en un profundo coma espiritual, o más bien en una peligrosa oscuridad de conciencias. Para poder realizar lo que la Virgen María ha comenzado en Fátima y que prosigue en Medjugorje, Ella nos invita a orar, a orar mucho. Se toma muy a pecho su plan de salvación para sus hijos y necesita nuestra fervorosa colaboración. “sin ustedes, queridos hijos, no puedo ayudar al mundo, ¡los necesito! Los invito a colaborar conmigo en los más pequeños detalles de su vida”.

Un punto del mensaje de Fátima bastante dejado de lado es el de la devoción a los primeros sábados de 5 meses consecutivos. Como buena judía que es, María conoce la tradición de su pueblo en lo que respecta a la celebración anual de Yom Kippur o el Gran Día del Perdón (ver Lv 16, 29-34). Una vez por año en el mes de septiembre, unos días antes de Yom Kippur, en un espíritu de reparación, los judíos se dedican a purificar sus corazones de toda amargura, rencor, odio u otros malos sentimientos, y se reconcilian para estar lo más puros posible ante Dios. No realizan ningún trabajo, ayunan y oran. Antes de la destrucción del Templo, el sumo sacerdote ofrecía allí sacrificios expiatorios a Dios por los pecados de su pueblo y también por los suyos propios. Para ello ofrecía la sangre de animales. Ahora Jesús, el Hijo de Dios enviado por el Padre, es el Sumo Sacerdote que se ofrece a sí mismo en sacrificio de una vez para siempre, y su Sangre preciosa nos purifica de todo pecado.

Resulta interesante ver que, en Fátima, María nos invita también a realizar un proceso de purificación con los 5 primeros sábados. Para reparar las ofensas contra su Corazón Inmaculado, nos invita a hacer una sincera y frecuente confesión, a comulgar en estado de gracia y a meditar uno de los misterios del Rosario durante 10 minutos. En Pontevedra, se le apareció a Lucía con su Corazón traspasado por una espada, como se lo había predicho el anciano Simeón.»

© Children of Medjugorje del mes de febrero de 2023

Sor Emmanuel

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