«La historia de Paulo Roberto resulta apenas creíble. Dejo que el padre Enrico la relate… .“En nuestra comunidad en Brasil, Aliança de Misericórdia, tenemos la gracia de tener víctimas de la misericordia; personas con enfermedades crónicas y también mortales que ofrecen y consagran sus sufrimientos por la conversión de los pecadores. Una de nuestras primeras víctimas fue un joven, Paulo Roberto, quien con un año de edad contrajo un cáncer de piel y murió a los 19. Por lo tanto, sufrió durante 18 años.

“Lo conocí en circunstancias muy especiales: un sacerdote le había llevado la comunión, pero no estaba preparado para el impacto que le esperaba. Paulo Roberto tenía el rostro completamente desfigurado por la enfermedad, cubierto con un velo. Tenía que quitárselo para que pudiera comulgar. El sacerdote, al ver su cara sin ningún rasgo humano, se desmayó. Como yo trabajaba con leprosos, me llamaron para que le diera la comunión a este joven. Y así me encontré con un niño que desde su más tierna infancia ofrecía sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

Desde entonces, como sacerdote, lo estuve acompañando en su camino espiritual. Me contó que cuando tenía unos 10 años había tenido una experiencia particular. Había visto a Jesús que le había preguntado: ‘Paulo Roberto, si nacieras de nuevo, ¿quisieras ser sano o enfermo como ahora?’ ‘Jesús, quisiera renacer como tú lo has querido, porque así estaría seguro de hacer solamente tu voluntad. Y si tuviera la salud del cuerpo, correría el riesgo de perder la salud del alma. Por lo tanto, estoy contento de vivir como tú quieres’.“Tuvo otras experiencias místicas. Estoy seguro de que me encontraba ante un santo, un santo que pude acompañar hasta la muerte. Paulo Roberto predicaba a los jóvenes que se perdían en la droga, los vicios, el sexo, y les decía: ‘¡Miren! Yo, en toda mi vida, nunca tuve salud. Pero ustedes que tienen la salud del cuerpo, ¡no pueden despreciarla, no pueden destruirla! ¡Tantos jóvenes como ustedes ni siquiera pueden vivir como jóvenes!’

“Muchos drogadictos se convirtieron al escuchar su testimonio. Hay que precisar que cuando predicaba, su cuerpo desprendía un olor cadavérico. Con frecuencia, las moscas se posaban sobre sus heridas y tenía que ser hospitalizado para que le quitaran los gusanos que aparecían en sus heridas. Pero, por amor a esos jóvenes, aprovechaba la menor ocasión para evangelizarlos. Escribía muchas cartas, invitaba a los jóvenes a ir a la montaña, a vivir en medio de la naturaleza, a jugar… ¡él, que nunca salía de su casa! Y agregaba, ‘sé que pronto me iré con el Señor, y allí volaré por encima de las montañas, ¡más alto que los pájaros!’“El día de su muerte, en 2002, su madre me dijo: ‘Paulo Roberto pidió que le pusieras un velo sobre el rostro con las palabras que Dios te inspirara’. Él no quería que, ante su rostro completamente desfigurado, alguien pudiera sentirse mal o asustarse. El Señor me inspiró las siguientes palabras: Rostro del hombre desfigurado por el dolor, rostro de Dios transfigurado por el amor. En efecto, de su rostro emanaba aquel amor maravilloso que daba vida a cuantos se acercaban a él.

“El triunfo del corazón”

Cómo no asociarlo al Siervo Sufriente descripto por el profeta Isaías: “Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano… Despreciado, desechado por los hombres y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y quedará saciado…” (Isaías 52, 14 y 53,3.11)

Cuando abrí el ataúd, con mucho resquemor porque si ya estando vivo olía a cadáver, temía que la gente se indispusiera. Pero tenía que hacerlo. No imaginaba la sorpresa que me aguardaba: apenas abierto el cajón, ¡todos percibimos un perfume muy intenso a rosas! Comencé a llorar… Después coloqué aquel velo sobre su rostro. Tenía la certeza de estar ante un santo, el santo de la puerta de al lado, como dice el papa Francisco, un santo que había entregado su vida para que nosotros pudiéramos vivir intensamente; nosotros que gozamos de salud y podemos emplear cada instante de nuestra vida. Como decía santa Teresita: ‘Una simple sonrisa puede salvar a un alma’ ¡Que el Señor nos conceda esta gracia por la intercesión de Paulo Roberto!»

© Children of Medjugorje del mes de noviembre de 2024

Sor Emmanuel

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