«Roland, el perfecto anticatólico, comisario de a bordo de Air-France, cuando cuenta su historia, no puede dejar de llorar. Es el amor que nunca deja de quemarlo. Desde los 7 años, Roland fue al templo protestante. Allí, como no había adornos ni estatuas, se sentó frente a un versículo bíblico pegado en la pared, que lo fascinó: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su único Hijo para que todo el que en él cree no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3,16). Roland cuenta:

“Sentía repulsión por los católicos. Para mí eran los hijos de la gran prostituta de Babilonia, como nos enseñaban en aquel tiempo, y sobre todo atrocidad suprema, adoradores de estatuas de yeso.

Durante una escala, fui a Lyon y entré a la basílica de Fourvière. Pensé: “¡Olala, este es el templo de Babilonia! ¡Velas y estatuas por todas partes!” Me detuve frente a una estatua muy hermosa de la Virgen María, Nuestra Señora de Fourvière, y le dije con un tono bastante severo: “Señora, no la conozco, sepa que que mi hija tiene un serio problema en el oído y tendrá que ser operada. Tiene 5 años. Bueno, usted es judía, y a los judíos les gusta el trueque. Sane a mi hija y por mi parte prometo entregarle mi vida a su Hijo. ¿Trato hecho?

Entonces encendí una vela. No sabía el Avemaría, pero estaba al lado de una linda viejita, monísima con su mantilla sobre la cabeza y sus guantes de encaje… Decía el Avemaría… y yo repetí Dios te salve María, llena eres de gracia. Fue el primer Ave María de mi vida. Era el 8 de septiembre de 1990.

Después fui hasta el altar, me arrodillé y le dije a Jesús: “Acabo de hacer un trueque con tu madre con quien me excedí un poco en las palabras, le dije que si sanaba a mi niña, te daría mi toda la vida. No voy a esperar a que ella lo haga porque no sé si lo hará, pero de todas formas vengo a hacerte entrega de mi vida”. 

Regresé a casa después de mi vuelo a Lyon y apenas mi esposa abrió la puerta, me dijo: «Tengo algo muy importante que decirte», y yo le repliqué: «Yo también».

Eran las 3 de la tarde. Cuando hice aquel trato con la Virgen María, el reloj de Fourvière dio 3 campanadas. Justo en ese momento, mi esposa estaba en el sofá con nuestra hija. Su temperatura subía a 40º, tenían que colocarle un tubo de ventilación transtimpánico. Mi esposa posó su mano sobre la cabeza de nuestra hija, imploró al Señor: «¿Puedes hacer algo por ella?» y nuestra hija fue sanada instantáneamente. Hasta hoy en día, nunca más ha vuelto a tener problemas de oído. Y mi esposa inmediatamente dio gracias al Señor. El pequeño reloj que estaba sobre la repisa de la chimenea marcaba las tres.

Una monja había venido a vernos unos días antes y nos había comentado: “Conozco un pueblo donde dicen que se aparece la Santísima Virgen”. Teníamos que agradecérselo; por lo que allí partimos, con destino a Medjugorje.

Me tapaba los oídos. Entre el aeropuerto y Medjugorje, escuchaba a estos católicos de Babilonia que en el autobús le cantaban a María “Virgen del Universo” y pensaba: ¡Son unos blasfemos! ¡Cállense! ¡María no es reina del universo! Sólo hay un Rey, Dios y su Hijo. En resumidas cuentas, un protestante hecho y derecho… 

Ya en Medjugorje, como no quería mezclarme con todos esos católicos, me senté en la última fila de la iglesia, a la izquierda. Estaba muy feliz estando allí, completamente solo. De repente, no sé por qué, rompí a llorar. Debían ser las 6:30 de la mañana. Y lloré, lloré, lloré, lloré….

¡Me dice todos mis pecados! De repente veo a un hombre que tenía puesto un vestido. En mi vida nunca había visto a un hombre con sotana. El hombre se me acerca y me pregunta en italiano: “¿confesar?”  ¡No sé lo que eso significa! Pero cuando me vio llorando, me avergoncé y asentí con la cabeza. Más tarde supe que era el padre Slavko Barbaric, franciscano en la parroquia de Medjugorje. Me llevó a un confesionario y me hizo entender en italiano: “No me digas tus pecados, yo te los iré diciendo. «¡¿Ah?! ¿Cómo puede conocerlos? Y he aquí que me enumeró todos mis pecados en orden cronológico hasta el día que me presenté ante él. ¿Pero qué está haciendo? ¿Lee mis pensamientos? ¡Pero eso no es posible! 

Y luego me dijo: “¿Va bene?” y aún así lo entendí, dije que sí. Y me pregunta: “assoluzione”? Me digo a mí mismo, pero ¿cuál es esa palabra? Asentí con la cabeza, mis ojos todavía estaban llenos de lágrimas. 

Y de repente, tras la absolución, comenzaron los acontecimientos. El confesionario se llenó de aromas de flores, estaba entre rosas y lirios; Parece que la llaman mirra, pero nunca en mi vida la había olido. Mientras volaba con Air-France a Los Ángeles (casi 14 horas de vuelo), me ardieron los senos nasales y nunca recuperé el sentido del olfato.

No la vi. Mientras olía aquellos extraordinarios perfumes (a pesar de mis senos nasales quemados), pude ver que el padre Slavko miraba muy atentamente por encima de mi hombro derecho. Pensé para mis adentros: «¿Qué demonios estará mirando?” Y entonces, ligeramente, muy ligeramente para no parecer descortés, giré la cabeza hacia la derecha. Y luego rápidamente volví mi cabeza hacia la izquierda; no quería ver lo que pasaba detrás de mí. 

Hermanos y hermanas, no la vi, pero vi todo lo que emanaba de la Santísima Virgen. Aquella reverberación, aquella iluminación, aquellas fragancias, en suma aquel resplandor por encima de mi hombro derecho… Si hubiera sido menos cobarde y más audaz, también habría mirado con atención. Hoy me arrepiento y me culpo. Mi corazón latía muy rápido. “No, no… ¡¿Es la Virgen María?! ¡No, no, no, la Virgen María no! ¡No, ella no! ¡Esto no puede estar sucediendo! Cuando vuelva a casa, ¿qué les diré a todos mis hermanos protestantes? ¿Qué les voy a decir?”

Roland el diácono. Conocí a Roland en Medjugorje en 1990, hace ya 34 años; y me lo recordó este año, en una Misa en francés en la que, como diácono de la Iglesia católica, pronunció la homilía. Apenas podía contener las lágrimas mientras señalaba el lugar donde se había sentado 34 años antes, al fondo de la iglesia, ¡para no mezclarse con esos «católicos que adoran estatuas de yeso»! Allí había acudido a él el padre Slavko, sin sospechar ni por un segundo lo que estaba por venir para él y para Roland.

Lo que he escrito aquí es tan sólo una pequeña parte de su testimonio. ¿Por qué Roland esperó tanto tiempo para revelar el secreto que había estado ardiendo en su corazón durante tantos años? Por obediencia. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo. El sacerdote que se había convertido en su guía espiritual le había pedido que guardara el secreto durante todos estos años. Fue un acto de obediencia costoso para Roland, pero que ha dado buenos frutos. Roland es ahora libre para hablar. 

El mensaje de María que sigue es una buena ilustración de la llamada que recae sobre él y… ¡sobre nosotros!»

© Children of Medjugorje del mes de setiembre de 2024

Sor Emmanuel

2 comentarios

  1. Maria Santa , vos me seguiste un mes de agosto de 1999, me mostraste que estabas conmigo, me sostenias. Cuando me aleje de tu hijo me hiciste volver. Ayudame Madre a saber cual es el plan que Dios tiene para mi con los dones que me ha regalado y no utilizo. Madre mi refugio.

  2. Muchas gracias por todos los testimonios que envían. Me fascinó el de Roland por su silencio y entrega. Hace muchos años, en 1987 llegó a mis malos un libro sobre Medjugorie. Desde entonces, Nuestra Reina Celestial, por mandato de Nuestro Señor, Su Hijo, me consagré a Ella para Él. Me encanta cómo haces ELLOS las cosas!!!

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