«¡Cuántos sufrimientos hoy en día por doquier! ¡Cuántas heridas dolorosas e insoportables que paralizan nuestros corazones y nuestra sociedad! Pero no estamos desamparados. Existe un remedio altamente eficaz -en realidad no conozco ningún otro remedio como éste-, del que la Virgen María nos habla frecuentemente en sus mensajes y que Ella misma utiliza incesantemente. Consiste en cambiar el foco de nuestra mirada. Cuando miro mi herida, el dolor que experimento y la imposibilidad en la que me encuentro de apartar el mal que me aqueja provocan que me hunda, y poco a poco me voy adentrando en la tristeza, la amargura, la rebelión, la ira u otro sentimiento negativo que me carcome… Es como si mi corazón se enmarañara cada vez más en un matorral de espinas donde lucho sin poder liberarme. 

Contemplar su propia miseria es correr el riesgo de irse a pique. 

¡El remedio se encuentra precisamente en las antípodas de esta actitud! ¡Si tan sólo esto fuera más conocido y mejor explicado a los fieles! Si les fuera enseñado a los niños y a los adultos a descubrirlo y a volver a descubrirlo, el mundo cambiaría. Este remedio tan sencillo está al alcance de todos, porque tan sólo se trata de una simple mirada que viene del corazón. Se trata de desplazar nuestra mirada, de dejar de posarla en nuestras heridas y de fijarla en las heridas de Jesús… “Por sus heridas hemos sido sanados”, nos dice el profeta Isaías (Is 53, 5). Incluso quienes no conocen verdaderamente a Jesús pueden hacerlo y tienen derecho a ello, porque Jesús sí los conoce y Él es quien cambia los corazones, ¡Él, que es la Resurrección y la Vida! Es la esencia de su ser. ¿Quién podría suplantarlo? Por cierto, para cambiar la dirección de nuestra mirada necesitamos decidirnos a ello en forma explícita y clara, tomar una determinación valiente, porque a veces podemos complacernos al contemplar nuestra propia miseria, hundiéndonos al pensar que nadie podrá rescatarnos… ¡Esto no es cierto! Tenemos un Salvador poderoso y compasivo que nos llama por nuestro nombre en la noche de nuestras cerrazones.

“¡Miren hacia Él y quedarán resplandecientes!” (Sal 33, 6)»

© Children of Medjugorje del mes de marzo de 2024

Sor Emmanuel

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